Si yo se que quiero, pero se me quitan las ganas…
Se puede decir de muchas maneras y llegar al mismo lugar que la típica frase de “No tengo ganas, no me apetece”. Llegas a un punto en el que empiezas a darte cuenta de que… “Uf me da pereza”.
Te dices “Prefiero descansar”, y pasado un tiempo llega la preocupación y comienzas a hacer cuenta atrás preguntándote “¿Hace cuánto no lo hacemos?”. A veces hasta se convierte en un tema de conversación en pareja casi burlesco “Madre mía me van a salir telarañas”, “Cari, ¿cuándo fue la última vez que…?” ¿TE SUENA?.
Cuando hablamos de este problema (y no me gusta llamarlo disfunción sexual) tenemos que saber identificar si lo que le ocurre a la otra persona es que no tiene interés o que simplemente no llega a excitarse.
Entonces, vayamos por partes; una cosa es el “deseo” (que podemos decir que es el activador para hacer cosas placenteras), el cual no aparece únicamente en el sexo sino también en la vida.
Luego tenemos la “excitación”, que son los cambios físicos que sufre nuestro cuerpo ante una estimulación sexual externa o interna (fantasías sexuales). Dicho de forma más observable… Erección y lubricación.
Si combinamos ambos conceptos damos lugar al deseo sexual que es el activador de la necesidad que da lugar al juego sexual o a la búsqueda de acercamiento afectivo.
Basándonos en estas aclaraciones y centrándonos en el tema que hoy nos trae aquí, el bajo deseo sexual es la ausencia de tener fantasías, pensamientos sexuales y ganas de empezar una actividad sexual. Este problema suele ser más común en mujeres que en hombres, pero no quiere decir que los hombres no lo tengan ni lo padezcan.
Algunas de las causas que provocan el bajo deseo sexual
- Causas médicas: algún tipo de enfermedad, edad avanzada, desajuste hormonal, efectos secundarios de fármacos…
- Causas emocionales: depresión, ansiedad, estrés, problemas en la relación de pareja, cambios de tipo de deseo (esto da para un espacio aparte).
- Causas de aprendizaje: baja educación sexual, déficit en la comunicación e interés en explorar nuevas experiencias, inhibición sexual…
Esto puede crear una alta preocupación en la persona que lo padece, aunque más veces de las que me gustaría he encontrado poco interés en querer tratarlo por no considerarlo importante. Sobre todo en personas que no tienen relaciones de pareja (aclaración: en este momento que estoy escribiendo esto, me echo las manos en la cabeza).
Sin embargo, cuando estamos en una relación de pareja esto sí que provoca un motivo de discusión y distanciamiento. Las cargas familiares, el estrés laboral o las causas médicas cuando afectan a las relaciones íntimas suponen un motivo de consulta muy frecuente en terapia de pareja.
Dejarlo pasar, y ya si eso cuando esté de vacaciones me encontraré mejor NO ES UNA OPCIÓN.
La clave para mejorar el deseo sexual es el autocuidado.
Dedícale tiempo a las cosas que nos resultan placenteras no solo en lo sexual; sino en la vida cotidiana (un paseo, una larga ducha, leer un buen libro o ver una buena serie, darte algún capricho…), haz ejercicio físico.
Algo muy importante para aumentar el deseo sexual es dedicar tiempo a reconectar con tu pareja, si la tienes, y si no, trabaja sobre tu estrés y tus preocupaciones.
Cuando tienes mil cosas en la cabeza es difícil centrarte en algo en concreto. Los momentos de juego sexual no son momento para pensar en hacer la lista de la compra o de planear qué harás el fin de semana.
Explora tu cuerpo, amplía tu comunicación.
Si estás en esta situación o te has sentido identificado acude a un profesional.
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¡Hasta pronto queridos seres sexuados!